jueves, 31 de octubre de 2013

Día de difuntos: No tengamos miedo, Dios nos está esperando




Dentro de unos días recordaremos de manera especial a todos los difuntos, a nuestros seres queridos que nos dejaron y a los que recordamos con dolor. Y en esa fecha de “los Difuntos” quién más y quién menos se pone la pregunta de si existe o no el cielo. Y solemos decir: nadie ha vuelto y, por lo tanto, ¿podemos estar seguros de que hay vida después de la muerte?

Permitidme, queridos lectores, que os cuente una pequeña historia que sucedió en una clínica. Un hombre muy enfermo estaba muy inquieto y turbado. Cogió la mano del médico y le dijo:
“Tengo mucho miedo a morir. Dígame, doctor, ¿qué me espera después de la muerte? ¿A qué se parecerá lo que haya del otro lado?”
No lo sé, le dice el doctor
Usted no lo sabe?, le dice el enfermo
El doctor en lugar de responderle abre la puerta que da al pasillo. No se imaginaba encontrar a su perro, un magnífico pastor alemán, que le había seguido a través de la ciudad, había burlado la vigilancia del portero de la clínica y ahora se encontraba en el pasillo. Cuando el perro vio a su amo saltó sobre él y le manifestó de mil maneras la alegría de haberle encontrado.

El doctor se volvió hacia el enfermo y le dijo: “¿Ha observado el comportamiento del perro? Él nunca había estado en este hospital, no conocía la casa, no sabía cómo eran los lavabos, el armario, las camas, ni de qué color son las paredes de los pasillos. Él sabía que su amo estaba aquí, al otro lado de la puerta y está contento y gozoso desde que se ha abierto la puerta y me ha encontrado. Mire, yo no sé nada de lo que nos espera del otro lado después de la muerte. Lo que sé es que el Señor Dios, Padre nuestro, está al otro lado y nos espera. Y el día que la puerta se abra, es decir el día de nuestra muerte, yo pasaré al otro lado y recibiré con inmenso gozo el abrazo de Dios Padre”.
Bonita reflexión la del doctor. Nos anima a vivir con esperanza porque no podemos olvidar que Dios es nuestro Padre, que nos ama y que está deseando darnos el abrazo después de la muerte e introducirnos en su casa que no sabemos muy bien cómo es, pero que eso no importa ya que lo verdaderamente importante es que seremos queridos y abrazos por Él.

“Quien contempla a una pareja que se mira tiernamente; quien contempla a un bebé que busca mientras mama los ojos de su madre, como si quisiera almacenar para siempre su sonrisa, percibe una lejana intuición del cielo. Poder mirar a Dios cara a cara es como un único y eterno momento de amor”.

Sí, recemos por nuestros difuntos a fin de que el Señor les perdone sus faltas y puedan recibir su abrazo y gozar en su presencia en compañía de todos los seres queridos que les precedieron en el camino del cielo. Y pidamos al Señor que no perdamos la confianza en su amor de Padre, que podamos recibir su abrazo de Padre y gocemos para siempre de su compañía.

Los orígenes cristianos de la fiesta de Halloween

Mentiras y verdades sobre esta fiesta norteamericana




«Conocerán la verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8,32)

Anunciar el Evangelio implica anunciar la Verdad que nos salva (Lumen gentium, 17); es decir, anunciar a nuestro Señor Jesucristo, el Amén, el Verdadero (1Jn 5,20).

Por eso, en el anuncio del Evangelio, un discípulo de Cristo no puede recurrir nunca a la mentira, ni siquiera a las medias verdades. He aquí un criterio de discernimiento que debemos tener siempre presente: el fin nunca justifica los medios. Cuando hacemos esto, salimos del ámbito de la evangelización y entramos en el más burdo proselitismo.

Pues bien, en mentiras y medias verdades se incurre frecuentemente al hablar de la fiesta de Halloween. Por otra parte, cuando se habla de Halloween también aparecen prejuicios e, incluso, expresiones de xenofobia.

El origen histórico de Halloween
“Los orígenes del Halloween son cristianos, con una visión muy norteamericana. Es cierto, que los celtas de Irlanda y Bretaña celebraban un festival el 31 de octubre, al igual que los hacían casi todos los últimos días de otros meses. Sin embargo, Halloween cae en el último día de octubre porque es la víspera de la católica Fiesta de todos los santos. Esta fiesta en honor de todos los santos del cielo se solía celebrar el 13 de mayo, pero el papa Gregorio III en el año 741, la cambió al primero de noviembre, día en que se dedicó la Capilla de todos los santos en San Pedro en Roma. El siguiente siglo, el papa Gregorio IV mandó que la Fiesta de todos los santos se celebrara en todo el mundo cristiano, llegando así a Irlanda.

La noche anterior a la fiesta de todos los santos se celebraba una vigilia llamada en inglés All Hallow’s Eve o Halloween. En esos días, Halloween no tenía un significado especial ni para los cristianos ni para los desaparecidos paganos celtas.
En el año 998, San Odilón, abad del poderoso monasterio de Cluny en el sur de Francia, agregó una celebración el día 2 de noviembre. Era un día de oración para las almas de los fieles difuntos. Esta festividad llamada día de todas las almas, se esparció de Francia al resto de Europa.

Así pues, la Iglesia tenía festividades para aquellos en el cielo y aquellos en el purgatorio. ¿Qué hay de aquellos en otro lugar? Al parecer los aldeanos católicos irlandeses se preocuparon por las desafortunadas almas en el infierno. Después de todo, si hacemos a un lado las almas del infierno cuando celebramos aquellas del cielo y del purgatorio, tal vez aquellas sean tan infelices que nos puedan causar problemas. Así se volvió costumbre golpear cazos y sartenes la víspera de Todos los santos para que los condenados supieran que no habían sido olvidados. Así, por lo menos en Irlanda, todos los muertos fueron recordados aunque a los clérigos no les simpatizaba mucho el Halloween y nunca instituyeron en el calendario eclesiástico un Día de todos los condenados.

Pero esa no es aún nuestra celebración de Halloween. Nuestras tradiciones para esta festividad se centran en vestirse con disfraces rebuscados, lo cual no es irlandés para nada. Esta costumbre más bien nació en Francia durante los siglos XIV y XV. El medioevo tardío sufrió ataques repetidos de la peste bubónica o peste negra, llamada la muerte negra y con ella perdió la mitad de su población. No es de sorprender que los católicos tuvieran más interés en la otra vida.

Se decían más misas en el Día de todas las almas, y se diseñaron representaciones artísticas para recordar a todos de su mortalidad. A estas representaciones las conocemos como la danse macabreo (la danza de la muerte), la cual era comúnmente pintada en las paredes de los cementerios y mostraban al diablo conduciendo una cadena de gentes: papas, reyes, damas caballeros, monjes, campesinos, leprosos, etc. a su tumba. A veces esta danza se presentaba el propio Día de todos las almas, como un retablo viviente con personas vestidas con las ropas de los diferentes estados de la vida.

Pero los franceses se disfrazaban el Día de todas las almas, no en Halloween; y los irlandeses que tenían Halloween, no se disfrazaban. El cómo es que ambas celebraciones se mezclaron, probablemente ocurrió en las colonias británicas de Norteamérica durante el siglo XVIII, cuando los irlandeses y los franceses se comenzaron a casar entre sí. El enfoque irlandés en el infierno le dio a las mascaradas francesas un giro más macabro.

Pero como todo niño y joven sabe, disfrazarse no es el punto, el punto es obtener el botín más grande posible. Entonces, ¿de dónde viene la frase trick or treat? (dulce o broma).

Trick or treat es tal vez, la adición más peculiar y americana al Halloween, y es una contribución inadvertida de los católicos ingleses.

Durante el periodo penal de 1500 a 1700 en Inglaterra, los católicos no tenían derechos legales. No podían tener puestos públicos, y eran sujetos de multas, cárcel y pesados impuestos. Decir misa era una ofensa capital y cientos de sacerdotes fueron martirizados.

Ocasionalmente, los católicos ingleses resistieron, a veces de formas insensatas. Uno de los actos más insensatos de resistencia fue el complot para hacer volar, usando pólvora, al rey protestante James I y a su parlamento. Se suponía que esto dispararía una insurgencia católica en contra de los opresores. El mal concebido complot de la pólvora fue sofocado el 5 de noviembre de 1605, cuando el hombre que cuidaba el polvorín, un descuidado converso llamado Guy Fawkes, fue capturado y arrestado. Fue colgado, y el complot se disolvió.

El 5 de noviembre, Día de Guy Fawkes, se convirtió en una gran celebración en Inglaterra, y así lo sigue siendo. Durante los periodos penales, bandas de celebrantes se ponían máscaras y visitaban católicos locales a la mitad de la noche, demandando cerveza y pasteles para su celebración: ¡trick or treat!

El día de Guy Fawkes llegó a las colonias americanas con los primeros colonizadores ingleses. Pero para cuando llegó la Revolución norteamericana, el viejo rey James y Guy Fawkes habían sido olvidados. Sin embargo el trick or treat era demasiada diversión como para olvidarlo, así es que eventualmente se cambió al 31 de octubre, el día de la mascarada franco irlandesa. Y en América trick or treat no se limitaba a los católicos.

La mezcla de varias tradiciones inmigrantes que conocemos como Halloween se había convertido en una tradición en los Estados Unidos para principios del siglo XIX. A la fecha, permanece desconocida en Europa, aún en los países en los que se originaron algunas de sus costumbres.

Y, ¿qué hay de las brujas? Pues, son una de las últimas adiciones. La industria de las tarjetas de felicitación las agregó a finales del siglo XIX. Halloween ya tenía ánimas, así que, ¿por qué no darles un lugar a las brujas en las tarjetas de felicitación? Las tarjetas de felicitación de Halloween no tuvieron éxito, (aunque ha habido un resurgimiento reciente de popularidad), pero las brujas se quedaron.

Igualmente en el siglo XIX, folkloristas mal informados agregaron el jack-o-lantern (la linterna hecha con una calabaza ahuecada y tallada). Pensaban que el Halloween era de origen pagano y druida. Las lámparas hechas con rábanos (no calabazas) habían sido parte de los antiguos festivales celtas de las cosechas, así que fueron trasladados a la celebración americana del Halloween.

La próxima vez que alguien clame que Halloween es un truco cruel para atraer a sus niños a la adoración satánica, sugiero le cuente el verdadero origen del All Hallows Eve y les invite a descubrir su verdadero significado cristiano, junto con las dos fiestas católicas mayores y más importantes que le siguen.”

Fuentes:
R.P. Augustine Thompson, OP, Revista Catholic Digest (Octubre 1996).

martes, 10 de septiembre de 2013

La Biblia


*Crees que Dios te ha creado y te ama... pero a veces lo sientes lejos, no sabes qué te quiere decir. Si quieres escuchar a Dios y a su palabra, puedes conocer la palabra de Dios, lo que Él quiere decirte, leyendo el libro sagrado que es  LA BIBLIA.



DIOS CREÓ AL HOMBRE

- Dios creó todo: el universo, el sol, los planetas, la tierra y todo lo que en ella hay.
- Dios hizo: el agua, las plantas, los animales, el aire... y todo lo hizo HERMOSO. Todo esto lo creó para regalárselo a alguien: el Hombre. 

- El HOMBRE es lo más importante de todo lo que Dios ha creado.
¿Por qué? Porque lo hizo a su IMAGEN Y SEMEJANZA, o sea, parecido a Dios mismo. 

- Al hombre le dio regalos que ningun otro ser de la creación tiene: le dio una inteligencia para que pensara, le dio una voluntad para que hiciera las cosas y le dio un ALMA para que pudiera gozar de Él por toda la eternidad, o sea, para siempre, cuando su cuerpo se acabe. 
- ¿Has pensado cuánto nos ama Dios para habernos hecho así?  



- Al principio el hombre en el PARAÍSO, podía estar con Dios, platicar con Él, pero recuerda que los primeros hombres Adán y Eva pecaron y entonces fueron expulsados del Paraíso y perdieron esa relación directa con Dios. 
Sin embargo, Dios nos amó tanto que no nos abandonó, sino que después envió a su hijo Jesucristo a
salvarnos.


EL HOMBRE ES UN SER RELIGIOSO 

- El hombre, de diferentes maneras, SIEMPRE HA BUSCADO A DIOS: conocerlo más, estar en contacto con Él, alabarlo. Por ello, siempre en la historia los hombres han rendido culto, templos, oraciones, sacrificios a Dios. 
- Es por esto que se dice que el hombre es por naturaleza RELIGIOSO, que busca a Dios, porque sabe que sólo en Dios encontrará la verdad y la felicidad.
- Un gran santo que se llamó San Agustín dijo:

¨Me has hecho para ti y mi corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti¨. 


DIOS SE REVELA AL HOMBRE


- Dios a lo largo de la Historia, se reveló al hombre. ¿Qué significa esto? Significa que escogió a ciertos hombres especiales llamados PROFETAS para que le conocieran, le escucharan y supieran su voluntad, para decírsela a los demás hombres. 
- El catecismo nos enseña que:
¨Dios se valió de hombres elegidos, que usaron todos sus talentos para poner por escrito todo y sólo lo que Dios quería¨.

- Dios les dijo a los Profetas que anunciaran que vendría un ¨Salvador¨ al mundo. 
- La manera más perfecta, más completa en que Dios se reveló, o sea, se dejó conocer por los hombres fue a través de su HIJO JESUCRISTO. Jesús nos dijo con su vida, con su ejemplo y con sus palabras TODO lo que Dios nos quería decir.

- Fíjate en esto que es muy importante: 
Después de Jesús no habrá más palabra, no hay que esperar otra revelación de Dios. Todas esas religiones o sectas nuevas que dicen que Dios les ha dicho a sus líderes cómo deben de ser las cosas, están en el error y tratan de engañarnos.

- ¿Por qué reveló Dios cosas a los hombres?
   Porque nos ama.

- ¿Para qué reveló Dios cosas a los hombres?
Para decirnos qué es lo que tenemos que hacer para salvarnos, para llegar al cielo. 


LA BIBLIA ES LA PALABRA DE DIOS


- Dios quiso que todo lo que había revelado, se conservara y fuera transmitido a todas las generaciones de hombres. Los hombres se preocuparon por ir escribiendo lo que Dios les decía a través de los profetas y después a través de Cristo mismo.


Así se conformó UN LIBRO SAGRADO: LA BIBLIA


- La Biblia también se llama SAGRADA ESCRITURA y es la palabra de Dios. Sí, es Dios mismo el autor de este libro.

- En la Biblia, la Iglesia encuentra su alimento y su fuerza. En la Biblia, Dios sale al encuentro de sus hijos para conversar con ellos.


¿CÓMO SE FORMA LA BIBLIA?


- El libro de la Biblia, o la Sagrada Escritura se divide en dos grandes partes: 

*El Antiguo Testamento que son 46 libros.

*El Nuevo Testamento que son 27 libros.

1) EL ANTIGUO TESTAMENTO.

Este nos cuenta: como fue la creación del mundo, todo lo que Dios les fue diciendo a los PROFETAS, la historia del pueblo de Israel ( que es el pueblo que Dios escogió y de donde nacería Jesús después).

El fin principal de todos estos escritos era preparar a los hombres para la venida de Cristo. 


2) EL NUEVO TESTAMENTO:


Este empieza cuando nace Jesús y está formado de la siguiente manera: 

a) LOS EVANGELIOS --- Son 4: el de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan.
Los evangelios son la parte más importante de la Biblia, la mejor, la más preciosa pues nos cuentan cómo nació Jesús, todo lo que hizo durante su vida, todo lo que nos dijo y como murió y resucitó. 

b) LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES --- Nos cuentan todo lo que vivieron los apóstoles después de que Jesús se fue al cielo y todos los esfuerzos y persecuciones que pasaron para poder empezar la Iglesia. 

c) LAS EPÍSTOLAS --- Son las cartas que escribieron San Pablo, San Pedro (primer Papa), San Santiago y San Juan.

d) LA APOCALIPSIS --- Es el libro que nos cuenta las profecías, lo que pasará hasta que se acabe el mundo. 

- La Biblia verdadera tiene en total 73 libros. Ten mucho cuidado cuando te encuentres o te ofrezcan una Biblia de 66 libros pues se trata de una Biblia protestante que le han quitado libros y entonces no puedes recibir completo el mensaje que Dios quiso darnos para conocerlo. 
Busca en el Índice de la Biblia que sí estén contenidos los 7 libros: Tobías, Judith I y Judith II, Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc. 
Otra forma más sencilla de cerciorarte de que la Biblia está completa y de que es una BIBLIA CATÓLICA, es checar que en las primeras hojas tenga un sello redondo del Arzobispo. 


¡HAY QUE LEER LA BIBLIA!


- La Iglesia nos recomienda a todos los católicos leer todos los días la Biblia, la palabra de Dios, pues esta lectura será el alimento para nuestra alma, nos ayudará a conocer lo que Dios quiere decirnos y lo que Jesucristo nos enseñó.


PROPÓSITO DE MES:


- Este mes, haré lo que sea necesario para conseguir una BIBLIA para nuestro hogar, la pondré en un lugar donde toda la familia pueda tomarla y me haré la costumbre de leer un pedacito de ella cada día. Empezaré por leer los Evangelios.

martes, 9 de julio de 2013

En la Vocación: Más que la claridad del llamado es la generosidad de la respuesta...

DOCUMENTO: La alegría de la vocación viene de donarse a los demás


Estupendo discurso del Papa Francisco a los jóvenes seminaristas y consagrados, el 6 de julio de 2013 en el Aula Pablo VI


Ofrecemos la traducción al español del estupendo discurso del Papa Francisco a los jóvenes seminaristas y consagrados, el 6 de julio de 2013 en el Aula Pablo VI



¡Buenas tardes!

Preguntaba a mons. Fisichella si entendéis el italiano, y me ha dicho que todos vosotros tenéis la traducción… ya estoy más tranquilo.

Agradezco a mons. Fisichella sus palabras y también le agradezco su trabajo: ha trabajado mucho no solo para hacer esto, sino todo lo que ha realizado para el Año de la Fe ¡Muchas gracias! Mons. Fisichella ha dicho una cosa que yo no sé si es verdad pero la repito: ha dicho que todos vosotros queréis dar la vida a Cristo ¡para siempre! Vosotros ahora aplaudís, hacéis fiesta, porque es el momento de la boda… pero cuando termina la luna de miel ¿Qué sucede? Escuché a un seminarista, un gran seminarista, que decía que él quería servir a Cristo, pero solo diez años, y luego comenzar una nueva vida… ¡Esto es peligroso! Escuchad bien: todos nosotros, incluso nosotros los más viejos, también nosotros, estamos bajo la presión de esta cultura de lo pasajero; y esto es peligroso, porque uno no se juega la vida una vez para siempre. Me caso, pero hasta que se acabe el amor, me hago monja, pero solo para una “temporadilla”, un “poco de tiempo”, después veré; me hago seminarista para ser sacerdote, pero no sé como terminará esta historia. ¡Esto no sirve con Jesús!

No os culpo a vosotros, culpo a esta cultura de lo provisional, que nos golpea a todos, porque no nos hace bien: hacer una elección definitiva hoy es muy difícil. En mis tiempos era más fácil, porque la cultura favorecía una elección definitiva, ya sea para la vida matrimonial, ya sea para la vida consagrada o la vida sacerdotal. Pero en esta época no es fácil hacer una elección definitiva. Nosotros somos víctimas de esta cultura de lo pasajero. Quisiera que pensaseis en esto: ¿Cómo puedo ser libre, como puedo liberarme de esta cultura de lo pasajero? Debemos aprender a cerrar la puerta de nuestra celda interior, desde dentro. Una vez, un sacerdote, gran sacerdote, que no se sentía bueno porque era humilde, se sentía pecador y rezaba mucho a la Virgen, y le decía esto a la Virgen –lo diré en español porque es una poesía muy bella-. Él decía a la Virgen que nunca, nunca se alejaría de Jesús y decía: "Esta tarde, Señora, la promesa es sincera. Por las dudas, no olvide dejar la llave afuera". Pero esto se dice pensando siempre en el amor a la Virgen, se dice a la Virgen. Pero cuando deja la llave siempre fuera, por lo que pueda suceder… ¡No funciona! ¡Debemos aprender a cerrar la puerta desde dentro! Y si no estoy segura, si no estoy seguro, pienso, me tomo el tiempo necesario, y cuando ya estoy seguro, en Jesús, se entiende, porque ¡sin Jesús nadie está seguro! Cuando me siento seguro, cierro la puerta ¿Lo entendéis? ¿Qué es la cultura de lo pasajero?

Cuando entré, miré lo que había escrito. Quería deciros una palabra, y la palabra es alegría. Siempre donde están los consagrados, los seminaristas, las religiosas y los religiosos, los jóvenes, hay alegría ¡Siempre hay alegría! Es la alegría de la frescura, el gozo de seguir a Jesús, la alegría que nos da el Espíritu Santo, no la alegría de este mundo. ¡Hay alegría! ¿Pero de dónde nace? Nace… ¿Sábado por la tarde vuelvo a casa y me iré a bailar con mis antiguos compañeros? ¿De esto nace la alegría? ¿De un seminarista, por ejemplo? ¿No? ¿o sí?

Algunos dirán: el gozo viene de las cosas que se tienen, por tanto de ahí la búsqueda del último modelo de Smartphone, el Scooter más veloz, el coche que destaca… Pero yo os digo, verdaderamente, a mi me hace daño cuando veo a un sacerdote o religiosa con un coche último modelo: ¡Esto no puede ser! ¡No puede ser! Vosotros pensáis: entonces ¿Debemos ir, Padre, con la bicicleta? ¡Es buena la bicicleta! Mons. Alfred va en bici: él va con la bici. Creo que el coche es necesario porque se debe hacer mucho trabajo e ir de un lado a otro.. ¡Pero usad una más humilde! Y si te gusta la cara piensa en los niños que se mueren de hambre. ¡Solo esto! ¡La alegría no viene de las cosas que se tienen!

Otros dicen que viene de las experiencias más extremas para sentir la emoción de las sensaciones más fuertes: a los jóvenes les gusta ir por el filo de la navaja, por placer. Otros se decantan por el vestido de última moda, por la diversión en los locales más en boga –con esto no digo que las monjas vayan a estos sitios, lo digo de los jóvenes en general. Otros piensan que viene del éxito con los chicos o las chicas, pasando de uno a otro o de una a otra. Y esta inseguridad del amor, que no es seguro; es el amor “por probar”. Y así podríamos continuar… También vosotros estáis en contacto con esta realidad que no podéis ignorar.

Nosotros sabemos que todo esto puede apagar algún deseo, crear alguna emoción, pero al final es una alegría que permanece en la superficie, no desciende a lo íntimo, no es un gozo íntimo: es la emoción de un momento que no te hace verdaderamente feliz. La alegría no es la emoción de un momento: ¡es otra cosa!

La verdadera alegría no viene de las cosas, del tener ¡No! Nace del encuentro, de la relación con los demás, nace del sentirse aceptado, comprendidos, amados y del aceptar, del comprender y del amar; y esto no por el interés de un momento, sino porque el otro, la otra es una persona. ¡La alegría nace de la gratuidad de un encuentro! El escuchar: “Tú eres importante para mí”, no necesariamente de palabra. Esto es bello… Y es exactamente lo que Dios nos hace entender. En el llamarnos, Dios nos dice: “Tú eres importante para mí, te quiero mucho, cuento contigo”. Jesús nos dice esto a cada uno de nosotros. ¡De aquí nace la alegría! La alegría del momento en el que Jesús nos ha llamado. Entender y escuchar esto es el secreto de nuestra alegría. Sentirnos amados por Dios, escuchar que para él no somos números, sino personas; y escuchar que es Él el que nos llama. Convertirse en un sacerdote, religioso, religiosa, no es primariamente una elección nuestra. Yo no me fío de aquel seminarista, de aquella novicia que dice: “He elegido este camino”. ¡Esto no me gusta! ‘No está bien! Sino que es la respuesta a una llamada, a una llamada de amor. Escucho algo dentro, que me inquieta y yo respondo que sí. En la oración el Señor nos hace sentir este amor, pero también a través de muchos signos que podemos leer en nuestra vida, en tantas personas que pone en nuestro camino.

Es la alegría del encuentro con él y su llamada nos lleva a no encerrarnos sino a abrirnos: lleva al servicio en la Iglesia. Santo Tomás decía "bonum est diffusivum sui" –no es un latín muy difícil- El bien se difunde. Y también se transmite la alegría. No tengáis miedo de mostrar la alegría de haber respondido a la llamada del Señor, a su elección de amor, y de testificar su Evangelio al servicio de la Iglesia. Y la alegría, la verdadera es contagiosa; contagia… hace ir adelante. Sin embargo, cuando te encuentras con un seminarista demasiado serio, demasiado triste, o con una novicia así, tu piensas: ¡Aquí hay algo que no funciona! Falta la alegría del Señor, la alegría que te lleva al servicio, la alegría del encuentro con Jesús, que te lleva al encuentro con los demás para anunciar a Jesús ¡Falta esto! ¡No hay santidad en la tristeza, no la hay! Santa Teresa –hay tantos españoles que la conocen bien- decía: “¡Un santo triste es un triste santo!” Es poca cosa… Cuando te encuentras un seminarista, un sacerdote, una religiosa con cara larga, triste que parece que sobre su vida han colocado una manta mojada, de estas pesadas… que aplasta… ¡algo no funciona! Pero por favor: nunca religiosas, nunca sacerdotes con la cara “de pepinillos en vinagre”, ¡Nunca!

La alegría que viene de Jesús. Pensad esto: cuando a un sacerdote –digo sacerdote pero también un seminarista- cuando a un sacerdote, una religiosa le falta la alegría, está triste, podéis pensar: ¡Será un problema psiquiátrico! No, es verdad: puede pasar. Sucede, algunos pobres se ponen enfermos… Puede pasar. Pero normalmente no es un problema psicológico. ¿Es un problema de insatisfacción? Eh, sí. ¿Pero donde está el origen de la falta de alegría? Es un problema de celibato. Os explico. Vosotros seminaristas, religiosas, consagrados vuestro amor es un amor a Jesús, un amor grande; el corazón es para Jesús y esto nos lleva a hacer un voto de castidad, el voto del celibato. Pero el voto de castidad y el voto del celibato no termina con el momento del voto, sigue adelante… Un camino que madura, madura hacia la paternidad pastoral, hacia la maternidad pastoral, y cuando un sacerdote no es un padre de su comunidad, cuando una monja no es una madre de todos con los que trabaja, se entristece. Este es el problema. Por esto os digo a vosotros: la raíz de la tristeza e la vida pastoral está exactamente en la falta de paternidad y maternidad que viene del vivir mal esta consagración, que sin embargo nos debe llevar a la fecundidad. No se puede pensar en un sacerdote o una religiosa que no sea fecunda: ¡esto no es católico! ¡Esto no es católico! Esta es la belleza de la consagración: es la alegría, el gozo…

Yo no quisiera avergonzar a esta santa religiosa (Se dirige a una monja anciana de la primera fila), que está en primera fila, pobrecilla, estaba casi sofocada, pero tenía una cara feliz. ¡Me ha hecho bien mirar su rostro, hermana! Quizás usted lleve ya muchos años de vida consagrada, pero tiene unos ojos muy bellos, usted sonreía, no se quejaba de los empujones… Cuando encontréis ejemplos como tantos, tantos y tantas religiosas, tantos sacerdotes que están contentos y que son fecundos, dan vida, vida, vida… ¡Esta vida la dan porque la encuentran a Jesús! ¡En la alegría de Jesús! Alegría no tristeza, fecundidad pastoral.
Para ser testigos gozosos del Evangelio es necesario ser auténticos, coherente. Y esta es otra palabra que quiero deciros: autenticidad. Jesús arremetía contra los hipócritas, los que pensaban por debajo, los que tienen –por decirlo francamente- doble cara. Hablar de autenticidad a los jóvenes no cuesta, porque los jóvenes –todos- tienen este deseo de ser auténticos, de ser coherentes. ¡Y a todos ellos les da asco cuando encuentran en nosotros a sacerdotes que no son auténticos o religiosas que no son auténticas!

Esta es una responsabilidad antes que nada de los adultos, de los formadores. Y a vosotros, formadores, que estáis aquí: dad siempre un ejemplo de coherencia a los más jóvenes. ¿Queremos jóvenes coherentes? ¡Seamos nosotros coherentes! Al contrario, el Señor nos dirá lo que le decía a los fariseos del pueblo de Dios: “Haced lo que dicen, pero ¡no lo que hacen”!¡Coherencia y autenticidad!

Pero también vosotros, por vuestro lado, intentad seguir este camino. Yo digo siempre lo que decía San Francisco de Asís: Cristo nos ha enviado a anunciar el Evangelio también con la palabra. La frase es así: “Anunciad el Evangelio siempre. Y si fuese necesario, con las palabras”. ¿Qué quiere decir esto? Anunciar el Evangelio con la autenticidad de vida, con la coherencia de vida. Pero en este mundo en el que las riquezas hacen tanto mal, es necesario que nosotros los sacerdotes, las religiosas, ¡seamos coherentes con nuestra pobreza! Cuando ves que el primer interés de una institución educativa o parroquial es casi siempre el dinero, no hacen bien ¡no hacen bien! ¡Es una incoherencia! Debemos ser coherentes, auténticos. En este camino, hagamos lo que dice San Francisco; prediquemos el Evangelio con el ejemplo, con las palabras. Pero antes que nada ¡es nuestra vida donde los demás deben leer el Evangelio! Sin temor, con nuestros defectos que intentamos corregir, con nuestros límites que el Señor conoce, pero también con la generosidad en el dejar que Él actúe en nosotros. Los defectos, los límites y –yo añado algo más- con los pecados…Yo quisiera saber una cosa: aquí en el Aula ¿hay alguien que no sea pecador, que no tenga pecados? ¡Qué levante la mano! ¡Qué levante la mano! Nadie, nadie. De aquí al fondo… ¡todos! ¿Pero cómo llevo mi pecado, mis pecados? Quiero aconsejaros esto, tened transparencia con el confesor. Siempre. Decidle todo, no tengáis miedo. “Padre, ¡he pecado!” Pensad en la samaritana, que para probar, para decirle a sus conciudadanos que había encontrado al Mesías, dijo: “Me ha dicho todo lo que he hecho” y todos conocían la vida de esta mujer. Decir siempre la verdad al confesor. Esta transparencia os hará bien, porque nos hace humildes a todos”.

“Pero Padre, me he quedado en esto, he hecho esto, he odiado”… lo que sea. Decir la verdad, sin esconderme, sin media palabra, porque estás hablando con Jesús en la persona del confesor. Y Jesús sabe la verdad ¡Solo Él te perdona siempre! Pero el Señor solo quiere que tú le digas lo que Él ya sabe. ¡Transparencia! Es triste cuando uno se encuentra con un seminarista, con una monja que hoy se confiesa para limpiar la mancha; mañana va con otro, con otro, una peregrinatio a los confesores para esconder su verdad. ¡Transparencia! Es Jesús el que te está escuchando. ¡Tened siempre esta transparencia ante Jesús en el confesionario! ¡Pero esta es una gracia!. Padre he pecado, he hecho esto, esto, esto… con todas las palabras. ¡Y el Señor te abraza, te besa! Ve ¡no peques más! ¿Y si vuelves? Otra vez. Yo esto lo digo por experiencia. He encontrado a muchas personas consagradas que caen en esta trampa hipócrita de la  falta de transparencia. “He hecho esto”, humildemente. Como aquel publicano que estaba al final del templo: “He hecho esto, he hecho esto…” Y el Señor te tapa la boca: ¡es Él el que la tapa! ¡No lo hagas tú! ¿Has entendido? ¡Del propio pecado sobreabunda la gracia! Abrid la puerta a la gracia, con esta transparencia.

Los santos y los maestros de la vida espiritual nos dicen que para ayudar a hacer crecer en autenticidad nuestra vida es muy útil, incluso indispensable, la práctica cotidiana del examen de conciencia. ¿Qué sucede en mi alma? Así abierto, con el Señor, y después con el confesor, con el Padre espiritual. ¡Esto es muy importante! ¿Hasta que hora..? ¿Mons. Fisichella tenemos tiempo?

 [Mons. Fisichella: Si Usted habla así, estamos aquí hasta mañana, absolutamente.]

Si él dice que hasta mañana… que os traigan un bocadillo y una Coca-cola a cada uno, si es hasta mañana… al menos….

La coherencia es fundamental para que nuestro testimonio sea creíble. Pero no basta, quiere también una preparación cultural, preparación cultural destaco, para dar razón de la fe y de la esperanza. El contexto en el que vivimos solicita continuamente este “dar razón”, y es una cosa buena, porque nos ayuda a no dar nada por descontado. ¡Hoy no podemos dar nada por descontado! Esta civilización, esta cultura… no podemos. Pero ciertamente es trabajoso, exige una buena formación, equilibrada, que une a todas las dimensiones de la vida, la humana y la espiritual, la dimensión intelectual con la pastoral. En vuestra formación hay cuatro pilares fundamentales: formación espiritual, o sea la vida espiritual; la formación intelectual, este estudiar para “dar razón”; la vida apostólica, comenzar a anunciar el Evangelio; y cuarto, la vida comunitaria. Cuatro. Y para este último es necesario que la formación sea en comunidad en el noviciado, en el priorato, en el seminario… Pienso siempre en esto: es mejor el peor seminario que ningún seminario. ¿Por qué? Porque es necesaria esta vida comunitaria. Recordad estos cuatro pilares: vida espiritual, vida intelectual, vida apostólica y vida comunitaria. Estos cuatro. Sobre estos cuatro debéis edificar vuestra vocación.

Aquí quisiera destacar la importancia, en esta vida comunitaria, de las relaciones de amistad y de fraternidad que forman parte integrante de esta formación. Llegamos aquí a otro problema. Por lo que digo esto: relaciones de amistad y de fraternidad. Muchas veces me he reunido con comunidades, seminaristas, religiosos, o comunidades diocesanas donde las jaculatorias más comunes son las murmuraciones. ¡Es terrible! Se pelan unos a otros… Esto en el mundo clerical, religioso… Disculpadme pero es común: celos, envidias, hablar mal del otro. No solo hablar mal de los superiores, ¡esto es un clásico! Pero yo quiero decir que esto es común, muy común. También yo he caído en esto, muchas veces, ¡muchas veces! ¡Y me avergüenzo! ¡Me avergüenzo de esto! No está bien hacerlo: murmurar contra los demás. “Has escuchado esto… has escuchado esto…” ¡es un infierno esa comunidad! Esto no hace bien. Y por esto es importante la relación de amistad y de fraternidad. Los amigos son pocos. La Biblia dice esto: los amigos: uno, dos… Pero la fraternidad entre todos. Si tengo algo contra una hermana o con un hermano, se lo digo a la cara, o se lo digo a quien puede ayudar, pero no lo digo a los demás para “ensuciarlo”. Y las murmuraciones ¡es terrible! Detrás de los comentarios, están las envidias, los celos, las ambiciones. Pensad en esto. Una vez escuché decir a una persona que, después de los ejercicios espirituales –una persona consagrada, una religiosa.. ¡Esto es bueno! Esta hermana había prometido al Señor que no iba a hablar mal de otra. ¡Este es un bello camino a la santidad! No hablar mal de los demás. “Pero padre, ¡Hay problemas!...: díselo al superior, a la superiora, díselo al obispo, que puede hacer algo para remediarlo. No decirlo a quien no pueden ayudar. Esto es importante: ¡Fraternidad! Pero dime, ¿Tú hablarías mal de tu madre, de tu padre, de tus hermanos? Nunca. Y ¿por qué lo haces en la vida consagrada, en el seminario, en la vida presbiterial? Sólo esto: pensad, pensad… ‘Fraternidad! Este es amor fraterno.

Hay dos extremos: en este aspecto de la amistad y de la fraternidad, hay dos extremos: tanto el aislamiento como la disipación. Una amistad t una fraternidad que me ayude a ni caer en el aislamiento ni en la disipación. Cultivar las amistades, son un bien precioso: deben educaros no en la clausura, pero si a salir de vosotros mismos. Un sacerdote, un religioso, una religiosa no puede estar nunca sola, sino ser una persona siempre disponible para el encuentro. Las amistades después se enriquecen por los diversos carismas de vuestras familias religiosas. Es una riqueza grande. Pensemos en las bellas amistades de tantos santos.
Creo que debo acortar un poco, ¡tenéis mucha paciencia!

 [Seminaristas: "Noooo!"]

Quisiera deciros: salid de vosotros mismos para anunciar el Evangelio, pero para hacer esto debéis salir de vosotros mismos para uniros a Jesús. Hay dos salidas: una hacia el encuentro con Jesús, hacia la trascendencia; la otra hacia los demás para anunciar a Jesús. Estas dos van juntas. Si vas solo por una, ¡esto no funciona! Yo pienso en la Madre Teresa de Calcuta. Era muy valiente esta monja… No tenía miedo de nada, iba por las calles… pero esta mujer tampoco tenía miedo de arrodillarse, dos horas, ante el Señor. No tengáis miedo de salir de vosotros mismos en la oración y en la acción pastoral. Sed valientes para rezar y para anunciar el Evangelio.

Yo quisiera una Iglesia misionera, no tan tranquila. Es una Iglesia bella la que camina hacia delante. En estos días han venido muchos misioneros y misioneras en la Misa de la mañana, aquí en Santa Marta, y cuando me saludaban me decía; “Soy una mujer ancuana; hace cuarenta años que estoy en el Chad, o aquí o allá…” ¡Qué belleza! Pero entiendes que esta monja ha pasado muchos años allí porque no ha dejado nunca de encontrarse con Jesús en la oración. Salir de sí mismos, hacia la trascendencia de Jesús en la oración, hacia la trascendencia a los demás en el apostolado, en el trabajo. Dad la contribución por una Iglesia así: fieles al camino que Jesús quiere. No aprendáis de nosotros, de nosotros, que no somos los más jóvenes: no aprendáis de nosotros ese deporte que nosotros, los viejos, practicamos a menudo: ¡el deporte del lamento! No aprendáis de nosotros el culto a la “diosa lamentos”. Sed positivos, cultivad la vida espiritual, y al mismo tiempo, sed capaces de reunir a las personas, especialmente a las más despreciadas y pobres. No tengáis miedo de salir y de caminar a contracorriente. Sed contemplativos y misioneros. Tened siempre a la Virgen con vosotros, rezad el Rosario, por favor… ¡No lo dejéis! Tened siempre a la Virgen con vosotros en vuestra casa, como la tenía el Apóstol Juan. Que ella siempre os acompañe y os proteja. Y rezad también por mí, porque yo necesito las oraciones, porque soy un pobre pecador pero seguimos adelante.

Muchas gracias y nos volveremos a ver mañana. Adelante con alegría, con coherencia, siempre con la valentía de decir la verdad, ese coraje de salir de nosotros mismos para encontrar a Jesús en la oración y salir de nosotros mismos para encontrar a los demás y darles el Evangelio. ¡Con la fecundidad pastoral!

Por favor, no seáis “solterones” y “solteronas”. ¡Adelante!

Ahora, decía mons. Fisichella que ayer habéis recitado el Credo, cada uno en su propia lengua. Como somos todos hermanos, tenemos un mismo Padre. Ahora, cada uno que rece el Padrenuestro en su propia lengua. Rezamos el Padrenuestro.
 [Rezo del Padrenuestro]

Y tenemos también una Madre. En nuestra propia lengua digamos el Avemaría.
 [Rezo del Avemaría]

viernes, 14 de junio de 2013

¿Cómo debería acercarse uno al sacramento de la confesión?

Sé que el sacramento de la confesión es importante, pero debo admitir que no acudo a él tan a menudo como debería. ¿Qué puedo hacer para entender mejor este sacramento? ¿Cuál debe ser mi actitud cuando me voy a confesar?



1. La primera actitud que uno debería tener cuando se acerca a la confesión es la de buscar encontrarse con Jesús, que es la misma actitud de Zaqueo el recaudador de impuestos, que corrió adelantándose a las multitudes y se subió a un árbol en un esfuerzo por ver a Jesús.

El recaudador de impuestos ejemplifica la actitud correcta para acercarse a la confesión. Él corre hacia Jesús, no se aleja de Él, y comprende que el perdón conlleva una obligación de cambiar la propia vida (cf. Lc 19, 1-10).

“Cómo hacer una buena confesión”. Usaremos ejemplos de la Escritura para ilustrar las actitudes apropiadas necesarias para acercarse al sacramento.

Destacando que al recaudador de impuestos “no le importaba nada lo que pensaran los demás” y “estaba dispuesto a hacer el ridículo” para encontrarse con Jesús. “Una de las primeras cosas a conquistar cuando vamos a la confesión es la idea de lo que van a pensar los demás”.


Destacando que Zaqueo estaba tan ansioso de ver al Señor que corrió adelantándose a las multitudes y se subió a un árbol, al cobrador de impuestos “le urgía reconciliarse”.

"Venimos a la confesión porque, como Zaqueo, deseamos ver a Jesús”. “Pienso que es importante que veamos la confesión no como la ve nuestra sociedad civil, como una manera de atrapar a un ladrón y asegurarse de que va a la cárcel.

Cuando vemos la confesión de esa manera, se convierte en un castigo, y no en un momento de libertad. Zaqueo corre porque está buscando la libertad. No está huyendo del Señor, sino más bien corriendo hacia Él”.

Después de que se encuentra con el Señor, Zaqueo dice: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruple”.

"Él entendió que el perdón lleva obligaciones”. “Cuando damos el paso para ser perdonados, tomamos nuevas responsabilidades y nueva vida. Él empieza a vivir su vida cristiana con más convicción”.

“Cuando nos reconciliamos, entonces asumimos nuevas obligaciones y nos damos cuenta de que tenemos una nueva misión”.

2. La mujer pecadora del Evangelio de Lucas nos muestra cómo acercarnos a la confesión con humildad y conciencia de nuestro pecado. Ella llora por sus pecados, porque se da cuenta de que ha dañado su relación con Dios, y busca la reconciliación por el amor.

Habría que acercarse al sacramento de la confesión con humildad y con el reconocimiento del propio pecado. Este ejemplo de la mujer pecadora del Evangelio de Lucas que se acerca a Jesús en la casa de un fariseo y le lava los pies con sus lágrimas (Lc 7, 36-50).

"Y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume”. “Era una mujer de humildad. Entendió y aceptó su pecado. No lo negó. También hubo humillación y probablemente vergüenza de su pecado”.

Estaba claro que ella “entendió que había lastimado al Señor” aunque no le hubiera herido directamente a Él. Pecamos cuando nos alejamos de la dignidad que Dios nos ha dado.

 Su acción de limpiar los pies de Cristo, es una acción realizada normalmente por un sirviente, fue “una expresión de amor”: “Esas lágrimas son el amor que se perdió y el deseo de recuperarlo”.

El valor de la penitencia, que está “destinada a acercarnos más a Dios”. Citando el Rito de confesión: “La verdadera conversión resulta plena y completa cuando se expresa por medio de la satisfacción de las culpas cometidas, por la enmienda de la vida y por la reparación de los daños causados a los demás”.

"Cumplimos la penitencia por amor en lugar de ser un acto de castigo”, “Estar verdaderamente arrepentido es entender y buscar el perdón. En el Acto de contrición, decimos: “Me pesa de todo corazón haberos ofendido”. La ansiedad o el miedo pueden llevarnos a la confesión, pero es el amor lo que nos sostiene”.

Al final del pasaje, Jesús dice: “Por eso te digo que quedan perdonados sus pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra”.

“Nuestro pecado interrumpe nuestra relación con Dios”. Cuanto más crezcamos espiritualmente, más cuenta nos daremos de los extralimitados efectos del pecado. Puede ser un comentario cruel o una mentira piadosa, pero cierra un poco la puerta a Dios.

“Así, cada momento de penitencia es una oportunidad de enamorarnos más profundamente de nuestro Señor”.

3. Una tercera actitud para aproximarse al sacramento de la confesión es la de san Pedro, que fue capaz de aceptar el perdón del Señor, incluso después de negarle tres veces. Su ejemplo contrasta con el de Judas, que se arrepintió de su pecado, pero rechazó pedir perdón.

Recordemos que la actitud de Cristo siempre es la de la apertura y el perdón. En el momento de la traición de Judas, el Señor llama “amigo” a su traidor (cf. Mateo 26, 48-50). “Incluso en nuestros momentos más oscuros”, “el camino a la reconciliación y a la sanación está siempre abierto”.

Pero pedir perdón depende del pecador. Cuando Judas traicionó a Cristo, “se llenó de remordimientos” y devolvió las treinta monedas de plata. “Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, se marchó y fue a ahorcarse” (Mateo 27, 3-5).

Reflexionando sobre la actitud de Judas hacia su pecado en Vida de Cristo : “Judas estaba arrepentido ante sí mismo, pero no ante el Señor; disgustado con los efectos del pecado, pero no con el pecado. Todo puede ser perdonado menos el rechazo a pedir perdón. La vida puede perdonar todo excepto la muerte. Su remordimiento no era más que un odio a sí mismo, y el odio a uno mismo es suicida”.

“Cuando un hombre se odia a sí mismo por algo que ha hecho, sin arrepentimiento ante Dios, a veces se golpea el pecho como si quisiera borrar el pecado. Hay una diferencia abismal entre golpearse el pecho por disgusto de uno mismo y golpeárselo diciendo mea culpa, pidiendo perdón”.

Trazando un paralelismo entre Judas y Pedro, “Ambos son llamados Satanás por el Señor. Jesús les advierte a los dos que han fallado. Ambos niegan al Señor. Él intenta salvarlos a los dos. Ambos estaban arrepentidos. Pedro lloró amargamente. Judas devolvió las 30 monedas de plata”.

“¿Cuál es la diferencia?”, preguntó. “Pedro se arrepintió ante el Señor, y Judas se arrepintió ante sí mismo. Pedro sabía que había pecado y buscó la redención. Judas sabía que había cometido un error, e intentó escapar”.

Entonces citó Corintios 2, 7-10: “La tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte”.

“Podemos ser Zaqueo, ansiosos y hambrientos por ver al Señor”, “o podríamos ser la mujer que enjugó los pies de Jesús, deseosos de llorar por nuestros pecados; o podemos ser Judas, odiando lo que hemos hecho, temerosos, huyendo del Señor; o podemos ser Pedro, mirando nuestro pecado con remordimiento”.

Examinémonos interiormente, y Acerquémonos a la reconciliación con Jesús...




La respuesta a esta pregunta está basada en una conferencia de Mons. Bernie Schmitz, vicario para el clero de la archiciósis de Denver, sobre “Cómo hacer una buena confesión”. El sacerdote la pronunció el 2 de marzo de 2012 en la Conferencia Viviendo la fe católica de la archidiócesis de Denver. Mons. Schmitz también es el párroco de la parroquia de la Madre de Dios de Denver.

lunes, 10 de junio de 2013

Papa Francisco: "o se sirve al Señor o se sirve al espíritu del mundo. Nada de macedonias"

Homilía del Papa Francisco 10 de Junio en la Domus Santa Marta


La verdadera libertad nace de la apertura del corazón al Señor: es lo que ha afirmado el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa Santa Marta. El Papa ha afirmado que la salvación es vivir en la consolación del Espíritu Santo, no en la consolación del Espíritu del mundo. En la Misa, concelebrada por el cardenal Stanislaw Rylko, por mons. Josef Clemens y por mons. George Valiamattam, arzobispo de Tellicherry – ha participado un grupo de sacerdotes y colaboradores del Consejo Pontificio para los Laicos.

¿Qué es la consolación para un cristiano? El Papa Francisco ha comenzado su homilía observando que San Pablo, al comienzo de la 2ª Carta a los Corintios, utiliza muchas veces la palabra consuelo. El Apóstol de los Gentiles, añadió, “habla a los cristianos jóvenes en la fe”, personas que “han comenzado a seguir a Jesús desde hace poco”, e insiste mucho sobre esto, incluso en que “no eran todos perseguidos”. Eran personas normales “que habían encontrado a Jesús”. Esto, ha afirmado, “es un cambio de vida tan grande que era necesaria la fuerza especial de Dios” y esta fuerza es el consuelo. El consuelo, ha dicho de nuevo, “es la presencia de Dios en nuestro corazón”. Pero, ha advertido, para que el Señor “esté en nuestro corazón, es necesario abrirle la puerta”, es necesaria “nuestra conversión”.

“La salvación es esto: vivir en la consolación del Espíritu Santo, no en la del Espíritu del mundo. No, esta no es salvación, esto es el pecado. La salvación es ir adelante y abrir el corazón para que venga este consuelo del Espíritu Santo, que es la salvación. Pero ¿no se puede negociar un poco de allí y un poco de aquí? Hacer un poco de macedonia, digamos ¿no? Un poco de Espíritu Santo, un poco del espíritu del mundo… ¡No! Una cosa o la otra”.

El Señor, ha proseguido, lo dice claramente: “No se puede servir a dos señores: o se sirve al Señor o se sirve al espíritu del mundo”. No se pueden “mezclar”. Entonces, cuando estamos abiertos al Espíritu del Señor, podemos entender “la nueva ley que el Señor nos da”: las Bienaventuranzas, de las que nos habla el Evangelio de hoy. Estas bienaventuranzas, añadió, “solo se entienden si uno ha abierto el corazón, se entienden desde el consuelo del Espíritu Santo”, “no se pueden entender solo con la inteligencia humana”.

“Son los nuevos mandamientos. Pero si nosotros no tenemos el corazón abierto al Espíritu Santo, parecerán una tontería. ‘Mira que ser pobres, mansos, misericordiosos no parece una cosa que nos lleve al éxito’. Si no tenemos el corazón abierto y si no hemos gustado el consuelo del Espíritu Santo, que es la salvación, no se entiende esto. Esta es la ley por la que aquellos fueron salvados y abrieron su corazón a la salvación. Esta es la ley de los libres, con la libertad del Espíritu Santo”.

Uno, ha dicho el Papa Francisco, “puede regular su vida, organizarla sobre una lista de mandamientos o procedimientos”, un conjunto “meramente humano”. Pero esto, al final, “no nos lleva a la salvación”, solo el corazón abierto nos lleva a la salvación. También ha recordado que muchos estaban interesados en “examinar” la “nueva doctrina para después discutir con Jesús”. Y esto sucedía porque “tenían el corazón cerrado en sus cosas”, “cosas que Dios quería cambiar”. ¿Por qué, se pregunta el Papa, hay personas que tienen el corazón “cerrado a la salvación”? Porque, responde, “tenemos miedo de la salvación. La necesitamos pero tenemos miedo de ella”, porque cuando viene el Señor “para salvarnos, debemos darlo todo. Y ¡manda Él! De esto tenemos miedo”, porque “queremos mandar nosotros”. Añadió que, para entender “estos nuevos mandamientos”, necesitamos la libertad que “nace del Espíritu Santo, que nos salva, nos consuela” y “nos da la vida”.

“Podemos pedir hoy al Señor la gracia de seguirlo, pero con esta libertad. Porque si nosotros queremos seguirlo solo con nuestra libertad humana, al final nos convertiremos en hipócritas como los fariseos y saduceos, aquellos que peleaban con Jesús. La hipocresía es esto: no dejar que el Espíritu cambie el corazón con su salvación. La libertad del Espíritu, que nos da el Espíritu, también es una especie de esclavitud, una ‘esclavitud’ al Señor que nos hace libres, es otra libertad. Sin embargo, nuestra libertad solo es una esclavitud, pero no al Señor, sino al Espíritu del mundo. Pidamos la gracia de abrir nuestro corazón al consuelo del Espíritu Santo, para que este consuelo, que es la salvación, nos haga entender bien estos mandamientos. ¡Así sea!”.

El noviazgo: el primer paso, no el último

La sexualidad temprana obstaculiza la buena vivencia del noviazgo




El noviazgo es el inicio de todo, el primer paso de un camino que podrá culminar en la constitución de una familia. El noviazgo inicia con una mirada, una mirada capaz de captar en el otro la esencia, su mejor parte, más allá de las apariencias. Cuando una chica capta en un joven su belleza interior, ella es capaz de abrir las puertas de su corazón a él, aunque sea diferente, o que no esté dentro de los patrones esperados por la amigas o los papás, de esta forma, el noviazgo también significa el primer momento en que la persona aprende que el amor no es ciego, sino al contrario, entrevé más allá de las apariencias y los estereotipos. Al ser el noviazgo una relación profunda con la esencia del ser amado, a quien le importan las apariencias y tiene el placer sexual como centro en las relaciones no es capaz de tener una relación de noviazgo, al contrario, experimenta innumerables experiencias de “quedar” y de tanto quedar, puede quedarse solo.


Maslow afirma en una ocasión que “las personas incapaces de amar no experimentan en el sexo la misma clase de emoción que las personas que son capaces de amar”. Hoy es muy común oír de jóvenes mujeres reclamaciones sobre cómo es difícil encontrar hombres que quieran un compromiso verdadero, vivimos en una sociedad que en general experimenta una “compulsión de felicidad”, explicada por Elisabeth Lukas como una manipulación artificial de los sentimientos, una ecuación que puede ser comprendida como la desvalorización del amor y los vínculos afectivos y una supervaporización de las experiencias sensoriales, del sexo fácil y casual, del abuso de sustancias químicas y hasta del dejarse seducir por promesas ideológicas y sectarias de felicidad de toda índole. Poco se lucha por la posibilidad de amar.


Cuando las instituciones educacionales o religiosas ofrecen a los jóvenes una moral sexual que les invita a dar valor al amor por encima del sexo, lo que ocurre es un alejamiento por parte de los jóvenes de estas instituciones, empobreciendo, por otro lado, todavía más su espiritualidad e intelectualidad. No se puede negar que las transformaciones hormonales en la adolescencia ejercen una fuerza desestabilizadora en la persona especialmente en lo que se refiere a la potencia sexual y, también, no se puede negar que, en el fondo, lo que los chicos y chicas buscan, de hecho, es la posibilidad de vivir el amor, un amor capaz de llevarlos a la realización personal.


Hay muchos adolescentes experimentando el sexo desde muy temprano en experiencias sin compromiso, aunque aparentemente parezcan maduros y conscientes de sus actos, en el fondo lo que buscan es la aceptación social, es la posibilidad de comprometerse con alguien. En el fondo, por más moderna y desapegada que parezca una joven que se entrega al sexo en las primeras noches, ninguna mujer consigue despertarse al día siguiente sin una expectativa de tener a alguien a su lado que la valore, que quiera luchar por ella, que la ame profundamente y que la escoja para ser la mujer de su vida, la única mujer. No lo logra, no por ser limitada o menos evolucionada, sino justamente porque no hace parte de su esencia, la esencia que busca amar también busca ser amada.


El noviazgo es iniciar un camino de conocimiento, un conocimiento de dentro para afuera, es enamorarse de lo más bello del otro, lo que está dentro de su cuerpo, aquello que el tiempo no es capaz de borrar, al contrario, sólo podrá crecer. El secreto de un matrimonio feliz está en la vivencia de una relación de noviazgo consciente. El noviazgo es lanzarse al mundo desconocido del otro, esperando ardientemente que el su amor sea aceptado y nunca superado, es permitir que el otro conozca su mundo interior y conociéndolo pueda un día decir que será capaz de comprometerse con todo su ser hasta que la muerte los separe.