miércoles, 24 de abril de 2013

Papa Francisco: la Iglesia no es una organización burocrática, es una historia de amor Es mucho más que una empresa humana, dijo el Papa



La Iglesia no es una organización burocrática, es una historia de amor: esto es lo que dijo el Papa durante la Misa presidida esta mañana 24 de abril, en la Capilla de la Casa Santa Marta. Ha concelebrado el card. Javier Lozano Barragán, presidente emérito del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios.

Las lecturas del día hablan de la primera comunidad cristiana que crece y multiplica sus discípulos. Una cosa buena –observa el Papa- pero que puede empujar a hacer “ofertas” para tener “más socios en esta empresa”: “Sin embargo, el camino que Jesús ha querido para su Iglesia es otro: el camino de la dificultad, el camino de la Cruz, el camino de las persecuciones… Y estos nos da que pensar: ¿Qué es esta Iglesia? Esta Iglesia nuestra, porque no parece ser una empresa humana”.

La Iglesia –destaca- es “otra cosa”: no son los discípulos los que hacen la Iglesia, ellos son los enviados, enviados por Jesús. Y Cristo es un enviado del Padre:

“Entonces, se ve que la Iglesia comienza allí, en el corazón del Padre, que ha tenido esta idea… No se si tuvo una idea el Padre: el Padre tuvo amor. Y ha comenzado esta historia de amor, esta historia de amor tan larga en el tiempo y que todavía no ha terminado. Nosotros, mujeres y hombres de la Iglesia, estamos en medio de una historia de amor: cada uno de nosotros es un anillo en esta cadena de amor. Y si no entendemos esto, no entendemos nada sobre lo que es la Iglesia”.

La tentación es la de hacer crecer la Iglesia sin recorrer el camino del amor:
“Pero la Iglesia no crece con la fuerza humana; algunos cristianos se equivocaron por razones históricas, se equivocaron de camino, han creado ejércitos, han luchado guerras de religión: esto es otra historia que no tiene nada que ver con esta historia de amor. También nosotros aprendemos sobre esta historia de amor a partir de nuestros errores. ¿Cómo crece? Pues Jesús nos lo dijo con mucha sencillez: como la semilla de mostaza, como la levadura en la harina, sin ruido”.

La Iglesia –recuerda el Papa- crece “desde abajo, lentamente”.

“Y cuando la Iglesia quiere vanagloriarse de su cantidad y crea organizaciones, y oficinas y se convierte en algo más burocrático, la Iglesia pierde su principal sustancia y corre el peligro de transformarse en una ONG. Y la Iglesia no es una ONG. Es una historia de amor… Pero están los del IOR… disculpadme, todo es necesario, las oficinas son necesarias… ¡bien! Todo es necesario hasta un cierto punto: como ayuda a esta historia de amor.

Pero cuando la organización toma el primer lugar, el amor baja y la Iglesia, pobrecilla, se convierte en una ONG. Este no es el camino”.

Un jefe de Estado –reveló- preguntó cómo era de grande el ejército del Papa. La Iglesia –prosiguió- no crece “con los militares”, sino con la fuerza del Espíritu Santo. Porque la Iglesia –repitió- no es una organización:

“No: es Madre. Es Madre. Hay muchas madres en esta Misa. ¿Qué pensáis vosotras cuando alguno dice: ‘¿Eres una organizadora de tu casa?’, ‘No: ¡Yo soy la madre!’. Y la Iglesia es Madre. Y nosotros estamos en medio de una historia de amor que va hacia delante con la fuerza del Espíritu Santo. Nosotros, todos juntos, somos una familia en la Iglesia que es nuestra Madre”

El Papa, finalmente, elevó una oración a la Virgen para “que nos dé la gracia de la alegría, de la alegría espiritual de caminar en esta historia de amor”.

 © Radio Vaticano

lunes, 22 de abril de 2013

SABES ¿QUÉ ES EL VIA LUCIS?


          ¿¿Recuerdas que en pascua y semana Santa rezamos el Vía Crucis??


Pues el Vía Lucís, es una devoción reciente que lo complementa pues se recorren catorce estaciones con Cristo triunfante desde la Resurrección a Pentecostés, siguiendo los relatos evangélicos.

Desde el Domingo de Pascua hasta el de Pentecostés hubo cincuenta días llenos de acontecimientos, inolvidables y trascendentales, que los cercanos a Jesús vivieron intensamente, con una gratitud y un gozo inimaginables.

De igual forma que las etapas de Jesús camino del Calvario se han convertido en oración, queremos seguir también a Jesús en su camino de gloria. Éste es el sentido último de esta propuesta una invitación a meditar la etapa final del paso de Jesús por la tierra.


El Vía Lucís es el camino de la luz, del gozo y la alegría vividos con Cristo y gracias a Cristo resucitado. 
Vamos a vivir con los discípulos su alegría desbordante que sabe contagiar a todos.
Vamos a dejarnos iluminar con la presencia y acción de Cristo resucitado que vive ya para siempre entre nosotros. 
Vamos a dejarnos llenar por el Espíritu Santo que vivifica el alma.


¿CUÁNDO SE REZA EL VIA LUCIS?
Así como el "Vía Crucis" se celebra popular y devocionalmente los viernes, y tal vez los martes (días de misterios "dolorosos"), el "Vía Lucis" es propio del domingo, día en que resucitó Jesús al amanecer, y también el miércoles, en que tradicionalmente se meditan los misterios gloriosos de salvación.
No obstante, según la devoción y práctica personal, nada impide que uno y otro se celebren también particularmente en distintos días y circunstancias, según lo establezca cada uno por sí mismo, en compañía o en comunidad familiar o eclesial.


¿CÓMO REZAR EL VIA LUCIS?
Para rezar el Vía Lucís, en que compartimos con Jesús la alegría de su Resurrección, proponemos un esquema similar al del Vía Crucis:
1. En lugar de portar la cruz, símbolo de la pasión, se lleva procesionalmente el cirio pascual, o un icono de la resurrección bien alto y a la vista de todos.
2. Así puede comenzarse con la señal de la cruz y una oración de pedido de perdón a Dios Padre para celebrar con mayor libertad de corazón y espíritu la gloria del Señor Jesús Resucitado.
3. Enunciado de la estación - presentación o monición que encuadra la escena.
4. Texto evangélico correspondiente a la estación.
5. Comentario al pasaje de la Escritura.
6. Culminando con una oración que haga referencia a lo meditado. Oración que pretende tener un tono de súplica.
7. Para completar este esquema, si se desea, después del enunciado de cada una de las estaciones, se puede decir:
V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya. 
R/ Como anunciaron las Escrituras. Aleluya.
V/ Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/ Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ofrecemos a continuación una propuesta, entre las ya extendidas, de estaciones del Vía Lucís.



miércoles, 17 de abril de 2013

Papa Francisco: la Iglesia no debe ser la baby-sitter de los laicos



              ¿O “esperamos” que el sacerdote diga, que el obispo diga? ¿Y, nosotros?


El poder del Bautismo empuja a los cristianos a la valentía de anunciar a Cristo, incluso sin seguridades, incluso entre persecuciones: lo afirmó el Papa Francisco durante la misa presidida esta mañana en la Domus Sancta Marthae, en presencia de un grupo de trabajadores del Banco Vaticano (Istituto delle Opere di Religione).

La homilía del Papa se ha centrado en el párrafo de los Hechos de los Apóstoles: la primera comunidad cristiana de Jerusalén vive en paz y en amor, pero inmediatamente después del martirio de San Esteban estalla una violenta persecución.

“Esto, observó el pontífice, es un poco el estilo de la vida de la Iglesia: entre la paz de la caridad y la persecución”. Es lo que sucede siempre en la historia “porque es el estilo de Jesús”. Con la persecución, muchos fieles escapan a Judea y Samaría y ahí anuncian el Evangelio, a pesar de estar solos, sin sacerdotes, porque los apóstoles se quedaron en Jerusalén:

“Han dejado la casa, se llevaron consigo pocas cosas; no tenían seguridad, pero se fueron de lugar en lugar anunciando la Palabra. Llevaban con ellos la riqueza que tenían: la fe. Esa riqueza que el Señor les había dado. Son simples fieles, apenas bautizados hacía un año o poco más quizá. Pero tenían esa valentía de ir a anunciar. Y se les creía. Y hacían milagros”.
Estos primeros cristianos, observa el Papa, “tenían solamente la fuerza del bautismo” que “les daba la valentía apostólica, la fuerza del Espíritu Santo”:

“Yo pienso en nosotros, bautizados: si nosotros tenemos esta fuerza y pienso: pero nosotros, ¿creemos en esto? ¿Que el bautismo baste, sea suficiente para evangelizar? O “esperamos” que el sacerdote diga, que el obispo diga. ¿Y, nosotros? Luego, la gracia del bautismo está un poco cerrada y nosotros estamos endurecidos por nuestros pensamientos, por nuestras cosas. O a veces pensamos: “No, nosotros somos cristianos: yo recibí el bautismo, hice la confirmación, la primera comunión, el documento de identidad está en regla”. Y ahora, duerme tranquilo: eres cristiano.

Pero, ¿dónde está esta fuerza del Espíritu que te lleva hacia delante?”

Es necesario, afirma el Papa, ser “fieles al Espíritu para anunciar a Jesús con nuestra vida, con nuestro testimonio y con nuestras palabras”:

“Cuando hacemos esto, la Iglesia se vuelve una Iglesia Madre que genera hijos, hijos, hijos porque nosotros, hijos de la Iglesia, llevamos eso. Pero cuando lo hacemos, la Iglesia no se vuelve Madre, sino una Iglesia-canguro, que cuida al niño para ayudarlo a dormir. Es una Iglesia durmiente. Pensamos en nuestro bautismo, en la responsabilidad de nuestro bautismo”.

El Papa recuerda las persecuciones en Japón en el siglo XVII, cuando los misioneros católicos fueron expulsados y las comunidades cristianas permanecieron 200 años sin sacerdotes. A su regreso, los misioneros encontraron “bien a todas las comunidades, todo bautizados, todos catequizados, todos casados por la Iglesia”. Gracias a la obra de los bautizados:

“Existe una gran responsabilidad para nosotros, los bautizados: anunciar a Cristo, llevar hacia delante la Iglesia, esta maternidad fecunda de la Iglesia. Ser cristiano no es hacer una carrera en una oficina para volverse abogado o un médico cristiano; no. Ser cristiano es un don que nos hace ir hacia delante con la fuerza del Espíritu en el anuncio de Jesucristo”.

Durante la persecución de los primeros cristianos, recuerda finalmente el Papa, María “oraba mucho” y animaba a los bautizados a ir hacia delante con valentía:

“Pidamos al Señor la gracia de volvernos bautizados valientes y seguros que el Espíritu que tenemos en nosotros, recibido por al bautismo, nos empuja siempre a anunciar a Jesucristo con nuestra vida, con nuestro testimonio y también con nuestras palabras. Que así sea”.


¿Cómo saber cuál es mi vocación?


La imposición o el error en el discernimiento de la vocación tiende a generar personas frustradas, pero ¿cómo acertar y buscar esa vida feliz, llena de sentido, que se encuentra al realizar la vocación?


1. La definición más simple de vocación es: llamada. Se trata de una llamada a un estado de vida. Pero ante todo, es la llamada de Dios para despertar a la propia vida.

Tomar conciencia de que la vocación es una llamada de Dios a la vida debe llevar a la percepción de cómo se vive esta llamada, esta vida que a cada uno le fue dada no sólo como regalo, sino también como compromiso; no sólo como don, sino también como tarea. Es decir, cómo lleva cada uno a cabo esta vocación, esta llamada que recibió en su concepción.

Vocación es algo diferente de aptitud. Las aptitudes definen, por ejemplo, la profesión de una persona, Pero la vocación define un estado de vida. Esto significa que la llamada de la vocación tiene lugar en un nivel más profundo dentro de nosotros: el existencial. No es sólo el psicológico. Es decir, es más exhaustivo, porque comprende un todo: la persona en su realidad física, psíquica y espiritual.

Hoy las personas tienen mucha dificultad para percibir su vocación fundamental, es decir, casarse o ser consagradas. Esto se debe a la dificultad de percibir la propia vida, la propia existencia. Por eso, esto hace más difícil percibir cómo ésta debe llevarse a cabo.

Por ejemplo, si una persona quiere discernir si se siente llamado a ser célibe, tiene que conocer su realidad física, sus necesidades y manifestaciones.

2. Es preciso también tener conciencia de la realidad psicológica, en el sentido de su desarrollo, o sea, si existe la llamada a querer vivir una relación específica con alguien, o la llamada a vivir la afectividad de una forma general, para compartirla con todos.

El sentido espiritual es otro elemento. En Mateo 19, leemos: “otros se hacen eunucos libremente por el Reino de los Cielos”. Esto quiere decir que, por causa del Reino, en el sentido más profundo, espiritual, se quiere vivir una vida exclusiva de intimidad, de amor y de servicio a Dios. Quien está en esta condición abraza la vida consagrada. Y para la vida conyugal, es necesario el discernimiento para ver si existe la disposición interior de compartir la propia vida con alguien de forma exclusiva.

El discernimiento sincero de la vocación solo sucede a partir del momento en que la persona se pone a prueba. El ser humano sólo se conoce cuando se pone a prueba. Cuando esto no sucede, se acaba corriendo el riesgo de engañarse uno mismo. Para el cristiano, la oración es algo fundamental en este proceso.

Ponerse a prueba implica estar atento en el día a día, dando pasos concretos en dirección a lo que, en principio, uno se siente llamado. Es decir, es preciso enfrentar las realidades que existen dentro de nosotros. Porque a partir del momento en que uno se pone a prueba interiormente, va descubriendo si tiene o no la disposición interna para vivir esa realidad.

Para crear de forma fiable el espacio de la confrontación personal en el discernimiento vocacional, es necesario buscar la ayuda de personas sólidas que tengan una buena formación. Y también realizar un trabajo personal.

Si la persona se da cuenta de que necesita orientación, debe buscarla. Si se da cuanta de que necesita un trabajo de ordenación interior, debe hacerlo. Debe aprender a lidiar con cuestiones que muchas veces son fáciles de organizar. Y a partir del momento en el que uno tiene un orden interior, se crean las condiciones para profundizar más en uno mismo.

3. Es preciso dar pasos efectivos, concretos, en busca, en la dirección del discernimiento. Y no decir simplemente “yo quiero ser sacerdote, o me quiero casar, déjame ver qué pasa”. No, hay que luchar. Es un proceso de lucha interior.

La maduración va teniendo lugar a lo largo de la propia vida en la medida en que uno se coloca en ella, a menudo que uno se lanza en ella. No hacerlo, sea por no querer sufrir o por decir que será muy difícil, detiene la maduración. Las personas frenan su desarrollo cuando dicen: “no, no quiero entrar ahí”, “esto va a ser muy difícil”, …

Para el cristiano y para quienes están discerniendo la vocación a la vida consagrada, la oración es un punto de partida muy importante, pues permite el éxito de la vocación. Es preciso ponerse ante Dios, en una relación diaria de intimidad, con el valor de preguntarle qué quiere para nuestra vida. Sólo así las cosas se aclaran. La relación diaria de intimidad con Dios es la que sustenta la vida consagrada.

4. La vocación nunca debe ser impuesta. Quien está al lado debe acompañar, respetando mucho, Imponer la vocación tiende a generar frustraciones. Pero la realización de la vocación es una forma segura de ser feliz.

Quien acompaña a alguien que está discerniendo su vocación debe actuar como un punto de referencia, ayudando en ese proceso, pero sin imponer nada en absoluto. Nunca puede decir: “yo creo que tu vocación es ésta; puedes estar tranquilo que yo estoy seguro de que su vocación es la de sacerdote!” De eso nada. Uno debe ir viendo los signos y, a medida que la persona va viendo estas señales, puede ayudarle a percibirlas más claramente, dirigirla hacia aquello que está surgiendo dentro de ella.

Imponer la vocación genera personas frustradas. Es terrible imponer un destino a alguien, sea una vocación a un estado de vida, sea una profesión. Yo conocí a un chico a quien su padre obligó a estudiar Administración de Empresas. Él era músico y quería hacer una carrera de música. Pero el padre le obligó. Él lo hizo. El día de entrega del título, le dijo a su padre: “esto es tuyo; ahora voy a hacer lo que yo quiero”. Y realmente lo hizo, hoy vive de la música.

Quien vive un momento de confusión e incertidumbre debe buscar ayuda profesional. Se la persona no se percibe a sí misma, ¿cómo va a percibir su vocación, sus aptitudes? Es muy difícil. Por eso, si uno quiere hacer un camino serio, si quiere realmente descubrir su llamada, sus aptitudes, si uno no tiene claridad sino dificultades, no debe tener miedo de pedir ayuda. No debe tomarse como un problema, sino como un desafío, independientemente de la edad.

Hoy, por ejemplo, existe una gran confusión con el mundo virtual. Se crean otros “yos” virtuales. Esto puede confundir aún más la búsqueda, especialmente cuando el “yo” virtual no tiene nada que ver con el “yo” real.

Realizar la propia vocación es una dimensión fundamental de la vida. Cuando una persona realiza su vocación, realiza el sentido de la vida. Es alguien que estará siempre bien con su vida, feliz. ¿No se dice que lo que el ser humano busca es la felicidad? Entonces, esta es una forma segura de ser feliz. Muy segura.